Saturday, July 27, 2013

Manuel

El enorme montículo de arena mojada,
alguna vez fue río caudaloso.
Quedaban delgadísimas sardinas, mojarras heridas,
las pescabas para engañar el hambre.

Tenías diez años, parecías de seis. 
" Tienen hambre porque quieren, que vayan al popal ",
afirmaban los imbéciles,
indiferentes ante tu costillar expuesto.

El sol rojo de la madrugada iluminó a los muertos,
peces, tortugas, lagartos, garzas,
yacían sobre  agua envenenada de petróleo.

Tus lágrimas de desplazado a una cueva
se confundían entre la fiebre del recién nacido
y el dolor aterrado de tu madre,
enviarte de ayudante a una residencia,
a vender dulces ó perejil desesperado.

El edén ya no es juguetería de Pellicer,
acaso orfelinato de salitre incapaz de calmar tu dolor indefenso.

Tienes el pelo casi naranja, el sol implacable del trópico,
no sabe lo mucho de tu andar.
Las cicatrices en tu piel son seis meses inundado,
nadar entre cólera y lagartos para dormir unas horas,
 tan exhausto que ya no sientes a cientos de mosquitos chupándote.

Niño sin embeleso,
ni jícaras, ni rehiletes te devuelven la sonrisa.
Niño de hermanos robados,
de infancia muerta,
niño aterrado, con paletas compradas con sangre al suelo,
niño de pantalones rotos y huaraches viejos,
niño sin manta ni sombrero.

Te hemos robado los manatíes, cedros rojos, chicozapotes,
el abecedario en tzotzil y español,
las lagunas limpias y el martín pescador,
te robamos con alevosía el paraíso,
dejándote, sollozando, en una calle, 
abandonado con tu canasta vacía.







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